domingo, 13 de marzo de 2016

Domingo

De repente,
me encontré sola caminando
por unas calles que apenas conocía.
Caminaba llorando
buscando caras
que me resultasen familiares
pero fracasé.

Hice algunas llamadas
de las que no obtuve respuesta.
No sabía a quién acudir.
No tenía ni un solo euro en la cartera,
por lo que no podía refugiarme
en ningún local
ni tomarme un té caliente
mientras reflexionaba.

Con lo puesto
-y sin apenas batería en el teléfono móvil-
caminé sin cesar
hasta que las piernas dijeron basta.
Un banco solitario
en un parque soleado
me llamaba.
Me senté en él
esperando una señal
que me guiara.

Esa era la señal: estaba sola.